FASES DEL DESARROLLO DEL JUEGO PATOLÓGICO

Diversos autores han tratado de estructurar el proceso a través del cual una persona pasa de jugador social a patológico.

Para Custer (1984), el desarrollo y progresión del juego patológico sigue un patrón uniforme. El juego suele comenzar en la adolescencia, aunque puede hacerlo en cualquier edad, transcurriendo desde las primeras apuestas hasta la pérdida total de control un promedio de cinco años (con límites entre uno y veinte años). El jugador pasa por tres fases:

  1. Fase de Ganancias: La persona juega todavía poco. No es extraño que consiga algún premio. Comienza a dar gran importancia a las ganancias y a minimizar las pérdidas. Esto aumenta su optimismo y autoestima. Esta fase puede mantenerse desde varios meses a varios años.
  2. Fase de pérdidas: Dado el optimismo que caracteriza al jugador/a en la fase previa de ganancias, con el objetivo de conseguir mayores premios cada vez arriesga más, va aumentando progresivamente la frecuencia y cantidad de dinero invertido en el juego, lo que incrementa las pérdidas. Una vez que la persona se ha hecho ya jugadora habitual, el factor más importante que va a posibilitar que se convierta en jugador patológico, según Lesieur (1984) es su susceptibilidad al préstamo. Cuando el jugador pierde todo su dinero tiene que acudir a otras fuentes (personas cercanas, bancos, prestamistas…). Cuando las deudas se han disparado y las posibilidades para obtener las cantidades de dinero que necesita se reducen, ve el juego como única opción para poder obtener dinero con que poder pagar estas deudas. Ahora ya no juega para ganar dinero sino para recuperar lo perdido. Préstamos, sueldo gastado en juego, pequeños robos o estafas, relaciones familiares y laborales deterioradas, son algunas de las consecuencias que agravarán aún más el problema al no conseguir dinero y perder el que han conseguido “in extremis”. Aquí es cuando el jugador/a se ve obligado a descubrir o confesar su problema a la familia, amigos, banco… y decide, incluso promete, que va a dejar de jugar. Esto dura poco tiempo y pronto, una vez conseguido el dinero, vuelve de nuevo a jugar.
  3. Fase de Desesperación: El juego alcanza gran intensidad y el jugador/a sólo vive para jugar. Se despreocupa totalmente de la familia, amigos y trabajo. Esto exige aumentar los riesgos y verse implicado en mayores problemas financieros y legales: cheques sin fondos, apropiación de dinero, prestamistas… En esta fase el jugador/a probablemente haya perdido su trabajo, se incremente el nerviosismo e irritabilidad, tiene problemas de sueño, come poco y su vida le resulta poco placentera. Se sienten psicológicamente y fisiológicamente agotados/as y desesperados/as. Todo esto origina en el jugador/a un estado de pánico a causa de sus enormes deudas, el deseo de devolver el dinero rápidamente, la alienación de su familia, cuando no ruptura o divorcio y amigos, el desarrollo de una reputación negativa, problemas de depresión o ideas de suicidio y un deseo de recuperar aquellos días de ganancias en la primera fase. Llegado a este punto la persona ve pocas alternativas: el suicidio, la cárcel, escapar o buscar ayuda.

Lesieur y Rosenthal (1991) añadieron a las fases propuestas por Custer, la fase de desesperanza o abandono, en la que los jugadores asumen que nunca podrán dejar de jugar y aún sabiendo que no van a ganar juegan hasta quedar agotados. El pronóstico en esta fase es muy negativo ya que la conducta de juego compulsivo se une al convencimiento de que es inútil hacer nada para intentar solucionarlo.